jueves, 5 de mayo de 2011

Reflexiones respecto de la muerte de Osama Bin Laden

La historia del hombre está plagada de verdaderos holocaustos desatados por la intolerancia no solo religiosa, también el mundo ha sido testigo de la intolerancia racial, política, social, etc. Es parte de nuestra naturaleza el preferir autodestruirnos y no construir un mundo diferente más armonioso.

Las épocas de nuestra historia universal nos han mostrado diferentes intentos, experimentos y ensayos de utopías sociales, religiosas y políticas que casi siempre terminan en estruendosos fracasos y también en genocidios o en un olvido vergonzoso por querer manejar o doblegar el espíritu humano.

Lo peor de todo es que hoy día en nuestro mundo globalizado todos somos espectadores y partícipes de esto y además salimos a celebrar lo que no se debe celebrar. En el medio oriente celebraron hace 10 años la caída de las torres gemelas y Osama Bin Laden fue prácticamente un héroe que había desafiado al Imperio Norteamericano. Hoy día en Washington y Nueva York fuimos testigos y espectadores de la celebración de la muerte de su enemigo.

No tengo claro cual es el mundo que estamos legando a nuestros hijos. Me resulta muy inquietante que instituciones como la Iglesia no cesen de pedir perdón por abusos que alcanzo a inferir siempre se cometieron pero que quedaban sepultados en un silencio cómplice de la curia.

Pienso que ya es momento para que instituciones pilares de la sociedad occidental como la Iglesia empiecen seriamente a pensar en un gran cambio paradigmático, más de acuerdo a los tiempos que se nos avecinan en este nuevo siglo. A riesgo de que se provoque un nuevo cisma, la cristiandad desencantada y avergonzada por sus líderes, merece un gesto de este tipo.

Nuestros líderes políticos y gobernantes ya no son libres de actuar por sus convicciones, están esclavizados por una especie de tiranía mediática que no se cansa de medir permanentemente la popularidad y aceptación del ciudadano común. Es como una especie de People Meter político. Eso nos condena a tener que ser dirigidos por los más populares y no los más capaces.

Me inquieta que las carreras políticas de nuestros gobernantes se construyan en base a índices de popularidad y no a la doctrina que profesan. Creo que se corre el riesgo de terminar siendo gobernados por ignorantes e incapaces, sin las competencias, capacidades y habilidades necesarias para enfrentar los desafíos políticos y sociales de nuestra época.

Nuestros dos últimos presidentes han sido elegidos previamente por los medios de comunicación con sus constantes encuestas de popularidad. El efecto inmediato en Estados Unidos para Barack Obama es un instantaneo avance en los indicadores de popularidad. Con ello se termina la duda, Obama ya tiene la aprobación y el piso político para aspirar a un segundo período presidencial a pesar de no haber demostrado aún que lo merece. Tampoco merecía obtener el Premio Nobel de la Paz.

Osama Bin Laden fue un producto de la época que nos ha tocado vivir. El villano universal que todos debemos odiar y temer, igual que el Goldstein de Orwell. A lo mejor no era tan malo como nos lo pintaron, me imagino que por lo menos debe haber amado a sus hijos y su familia. Vivió de acuerdo a sus convicciones y desafió el stablishment mundial. Se confesó autor intelectual de un atentado infame en contra de miles de personas inocentes, por lo tanto no podía esperar seguir viviendo impúnemente. El que a hierro mata, a hierro muere. Aunque haya sido por sus creencias, no podía seguir viviendo.

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