jueves, 17 de junio de 2010

Respecto de algunas incapacidades de nuestros jóvenes estudiantes

Me contaba un apreciado amigo Psicólogo que hace unos años se realizó una experiencia muy interesante en Santiago junto a un equipo de profesionales, donde realizaron una investigación con estudiante de alto riesgo.

La experiencia me pareción significativa e ilustrativa para algunos problemas que considero que no han perdido vigencia hasta nuestros días.

El equipo de investigadores reunió a un grupo de jóvenes y los sometieron a una prueba donde les mostraban hermosos paisajes campestres al mismo tiempo que los hacían escuchar música clásica especialmente escogida por ser muy melodiosa y que habitualmente se suele aplicar para generar estados superiores de reflexión personal.

A cada uno de estos adolescentes se les pidió a continuación de esta prueba que expresaran las emociones y/o sensaciones que tuvieron durante el desarrollo de esta experiencia.

El resultado de esto me sorprende hasta el día de hoy. Prácticamente ninguno de ellos tuvo la capacidad de expresar verbalmente ni por escrito lo que sintieron al ver estas imágenes o escuchar una música melodiosa.

Esta incapacidad de poder expresar nada frente a estímulos positivos, me mueve a reflexionar y entender el porqué nuestra juventud hoy día suele ser tan violenta.

Una de las bases de la buena y civilizada convivencia social se fundamenta en el diálogo y las capacidades que toda persona debe tener para expresar sus ideas, sensaciones, emociones. Todo ello con el fin de que sus interlocutores puedan entender el momento que está viviendo cada persona. Ello, aunque de perogrullo; es la base de cualquier diálogo constructivo que necesariamente nos debe llevar al entendimiento y al acuerdo.

Las Democracias modernas sustentan su doctrina en el diálogo y en la participación.

¿Qué ocurre entonces cuando las personas no tienen desarrollada esta capacidad?

La respuesta a esto sólo puede ser una lamentable incomunicación. La incomunicación o la falta de capacidad de comunicar genera frustración, y la frustración puede fácilmente derivar en la violencia.

Si nuestros jóvenes no son capaces de expresar lo que sienten, tampoco podrán darse a entender y por lo tanto la violencia juvenil (y porqué no la adulta), puede que no sea otra cosa que la representación concreta de ese sentimiento tan humano como lo es la frustración de sentirse incomprendido ni partícipe de la sociedad en que se está viviendo.

Esta habilidad tan básica no se aprende en la Escuela, sino que viene del Hogar. Cuantas familias hoy día presentan esta incomunicación entre sus integrantes.

Sería bueno que pusiéramos atención en la convivencia familiar de nuestros estudiantes. Probablemente ahí podamos encontrar la respuesta a muchos de los problemas que habitualmente se nos presentan a los profesores en el interior de nuestras aulas.

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